En la actualidad es sabido por todos que la comunicación se ha convertido en una herramienta eficaz para el buen funcionamiento de cualquier corporación, empresa, fundación e incluso del mismo gobierno, teniendo en cuenta que es la imagen de un país frente al mundo. Los medios de comunicación en su lucha de informar y llevar a su público la mejor información ha evolucionado tocando diversas ramas del panorama social… llevando a desarrollarse múltiples vertientes de la comunicación y dando entre ellas nacimiento a la comunicación gubernamental, como línea de seguimiento para el mejoramiento y la perfecta aplicación de herramientas encaminadas al bienestar del pueblo.
En el siglo XXI el rol del comunicador gubernamental es desafiante, e innovador a través de la aplicación múltiples estrategias como lo toca Philip kotler a través de la utilización del marketing encaminado a desarrollar y mejorar los programas y servicios populares, creando y manteniendo la identidad de una marca gubernamental, al igual que desarrollando estrategias de comunicación con públicos clave, influyendo y mejorando notablemente en la satisfacción del consumidor. Al igual que el apoyo de la opinión pública, planes de comunicación en casos de crisis y un contacto más directo de los gobernantes con los gobernados a través de la puesta en práctica de tendencias vanguardistas como la utilización de web 2.0 y la creación de boletines informativos acerca de la gestión realizada por los gobernantes teniendo en cuenta que estos tiene derecho a estar al tanto de lo que se hace y en que se invierte.
Pero; la comunicación gubernamental o publica a pesar de enfocar su acción en respaldar y dar dirección a toda esa información generada y transformada en las diferentes entidades del ESTADO también tiene su lado oscuro como lo denomina el nuevo libro de comunicación Política en Latinoamérica, debido a la puesta en práctica de estrategias que contrarrestan en cierto punto la tan bien nombrada realidad social y democracia, demostrando en pocas pero notables proporciones actividades como la manipulación de la opinión pública, pero que nunca como lo plantean explícitamente serán reconocidas ni por ellos ni por sus directores de comunicación.
Entonces si algunos autores plantean la comunicación gubernamental como una estrategia clave y los comunicadores como realizadores de ese arte, hasta qué punto es conveniente utilizar este tipo de tendencias comunicativas que a pesar de ser efectivas y convenientes en la mayoría de los casos llevan más a la desinformación que a la verdadera realidad social y a una comunicación pública que supuestamente existe en la actualidad.
Y es cierto puede que el rol del comunicador es informar de forma veraz, “objetiva” y precisa, pero en la rama gubernamental este profesional se convierte en el haz bajo la manga de las entidades estatales.